Monday, November 28, 2011

Vivir en Ciudad. (Primera parte)

Nota a los lectores: Al momento de iniciar este “entry” estaba viviendo en Hato Rey.  Durante el proceso se dio una mudanza, la cual aprovecharé para explicar más adelante. Por eso el título lee (Primera parte). A los que me han leído les pido disculpas por haber puesto el blog en pausa, ya estamos aquí de vuelta. 
Vamos a empezar con que yo voy de la parcela a la ciudad, literalmente.  Nací y me crie en la parcela hasta terminar la primera parte de la Universidad.  De ahí, un brinco a Nueva York, y por ahí empezó “el daño”.  Aunque muchas personas reniegan de los beneficios de vivir en la ciudad, a mi me sigue pareciendo el lugar idóneo para vivir.   Mis respetos a la parcela que me crio y que me dio sentido de pertenencia, y mis respetos al suburbio (Guaynabo, Caguas, Carolina y Trujillo Alto), pero muchos piensan que vivir en el casco de Rio Piedras, Hato Rey, Santurce o Viejo San Juan es cosa de locos. “¿Qué tu vives donde? ¿Qué te mudas pa’ donde?” haciendo un gesto repulsivo para acentuar el donde, como si vivir en algunos de estos lugares diera Lepra, Tuberculosis o algo así.  A los residentes del suburbio les gusta vivir lejos de sus centros de trabajo, en sus casas “se respira paz” y llegan a sus casas a desconectarse... despues de hora y media en el tapón.  Yo vivo en la ciudad y respiro muchísima paz; llego a mi casa, bajo la calle y voy al chinchorro de la esquina a darme mi cerveza.  En menos de 15 minutos estoy en el cine, y en 17 minutos exactamente llego a mi trabajo. Todo esto caminando, o sea sin la necesidad de gastar gasolina, y sin tener que bregar con los miles de conductores habiles que pululan por las calles de este país.  A mí no me parece que el problema sea la ciudad, o la vida en la ciudad, me parece que el problema es el comportamiento de las personas que la viven y, sobre todo, las que la visitan.
De la parcela, a Nueva York, a la parcela, a Rio Piedras, y finalmente Hato Rey.  Me mude a Hato Rey hace dos años buscando la comodidad de estar cerca de mi trabajo.  A diferencia de muchos, a mi el tapón no me seduce en lo más mínimo y tener que viajar una hora  - en algunos casos más – de ida y una de vuelta no se me hace una opción saludable.  El tapón me enferma, me pone de malhumor, y distraerme con el celular mientras voy en el tapón me ha provocado más de un susto.  “Madrugar” es un término relativo para mí. Me puedo levantar a las 6:45am y entrar a trabajar a las 7:30am con mucha calma. Sin ajoros. Sin prisas.
Vivo en una zona donde predomina el uso mixto, entiéndase donde coexisten residencias, comercios e instalaciones de gobierno.  A mi entender, eso era lo mejor.  Había algo con lo que no contaba: esa población flotante que no tiene noción ni conciencia que se están dando la cerveza, o buscando servicios (de lo que sea) en un área residencial.  Al principio me divertía, pues desde mi ventana de dos hojas, tipo Viejo San Juan, podía ver todos los movimientos chillísticos posibles.  Por ejemplo, a menos que sean matrimonios BIEN creativos… vi parejas hacer posiciones con la puerta del carro abierta que son dignas del Cirque du Soleil; presencie cuando 30 minutos de remeneo de un carro produjeron una dupla de macharranes acomodándose el bulto frontal de pantalón (siempre asumí por la pinta de galanes, que esos dos eran patos de closet, BIEN de closet); y he visto discusiones de borrachos que terminan diciéndose que son hermanos y que se quieren con el alma; incluso he tenido conversaciones con damas que a las 6:00pm ya están ebrias, despechadas y listas para enfrentar “al cabrón ese que me dejo por la puta esa, pero él se lo pierde”.  Si, el se lo esta perdiendo… ¡me imagino! A lo mejor es por mi genética familiar de presenta’o y averigua’o, pero vivir en la ciudad se me hacía muy entretenido. 
Pero como muchas cosas en la vida, el exceso hace que todo pierda su gracia y su monería inicial.  Se me dejo de hacer divertido vivir en la ciudad cuando cualquier dia de la semana, una dama se estaciona frente a mi portón para ir a la Oficina del Abogado y bloquearme el acceso esta permitido, "por que es solo un momentito", o cuando bajo un sábado en la mañana y veo latas de cerveza en el patio de mi casa, botellas rotas en la acera, basura del jangeo y sobre todo cuando veo en mi carro las huellas de un par de manos y lo que aparenta ser un par de nalgas.  ¡Por lo visto mi carro ha sido cama de motel!  HASTA AHÍ YO LLEGO… ¡A chingar al carajo!  Se me dejo de hacer divertido en la ciudad cuando el carro de mi vecina amanece rayado de un lado a otro, o cuando el bumper de mi otro vecino amanece con un cantazo. 
Hasta ese entonces, me gusto la ciudad.  Se me dejo de hacer divertido vivir en la ciudad cuando llego a mi casa un miércoles, un jueves, o un viernes y no encuentro estacionamiento, a las 6 de la tarde.  Claro, muchos dirán “ah, pero quien te manda a vivir ahí”, y ¿qué tal si yo me paro frente a tu casa en el Municipio del Carajo y te reviento par de botellas de cristal en tu portón, tiro las cervezas que me beba en tu patio y a falta de un inodoro te meo las gomas del carro? No es mi culpa que al lado de tu casa este el chinchorro que vende las cervezas más baratas.  Así fue como descubrí que el problema no es la Ciudad, es su gente.
Para mi sorpresa, no estaba solo… resulta que tengo una amiga, Arlene,  que hace también dos años se compro un apartamento en Bahía.  ¡¡¡¿En dónde?!!!  ¡Si, inserta la cara de asco para acentuar el donde!  ¡En Bahía!,  el complejo de vivienda que está cerca del Parque Central y del Dispensario Hoare  (Asumo que ahora Santini debe llamarlo algo así como “San Juan Capital City Hoare Municipal Health and Wellness Care Facility, Welcome!”).   Aunque reconoce que ha tenido que aprender a bregar con el prejuicio (de los demás) de ser Arquitecta y no vivir en un área chic, ella admite que vive muy contenta entre “mis putas, mis patos y mis tecatos”.  “Al principio me asustaba un poco, mas que nada por un asunto de territorialización. Ya no, ya camino felizmente y voy al Colmado, al Liquor Store, al Walgreen’s y a la Puttanesca caminando.  Saberlas en la calle me da seguridad, pues siempre hay movimiento de gente.  Me gusta, porque puedo cambiar la goma del carro y darme un whisky a la vez, compro algo en el colmado del edificio y luego llego a casa;  cuando ando sin carro, la AMA me resuelve.  Mi ubicación no la cambio por nada.  A la gente se le olvida que en el fondo, con putas o sin putas… Santurce es un área residencial, está en el centro de San Juan y es para vivir”.  Me parece que Arlene dio en el clavo.  A la gente se le olvida que la Ciudad se hizo para vivir…
Como ciudadanos que aspiramos a una sana convivencia, todos debemos poner de nuestra parte. A mí no me molesta que tus diligencias las tengas que hacer en mi barrio. A mí si me molesta que pienses que puedes estacionarte donde te de la gana, "por que es una cosa rapidita" lo que vas a hacer. No me molesta que tu jangeo sea en mi calle, lo que me enoja que pienses que puedes hacer todo el ruido que tu borrachera entienda necesario y que no consideres a quienes viven allí. La vida en la ciudad no es mala, pero tú, con tu comportamiento desconsiderado lo haces imposible.  A mi no me molesta que decidas vivir en el suburbio, a mi si me molesta que seas tan egoísta, y pienses en tu beneficio, tu placer, y en tu bebelata y que grites a las 3am, por que el alcohol te puso gracioso.  Mientras tu bebes y la pasas bien, habremos otros que deseamos dormir y descansar.  A mí no me molesta que pienses que Hato Rey, Rio Piedras o Santurce son un asco, pero si me molesta tu hipocrsia, pues te pasas allí dando la vuelta buscando putas. A mí SI me molesta la falta de madurez que tenemos como Sociedad.